La utopía de la objetividad y la falacia de las puntuaciones

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Lo cierto es que nos planteamos abrir esta web por varias razones. La principal fue reunir a gente con los mismos gustos y aficiones, pero aun con ese noble objetivo, no la habríamos empezado si no pudiéramos ofrecer algo distinto a lo que ya existe. Aparte de centrarnos en el mundillo del arcade (lo que es algo que ninguna publicación española había hecho, más bien al contrario), queremos aportar una nueva forma de ver los videojuegos. Los dos primeros artículos de esta sección (“Concepto y Desarrollo: los pilares del videojuego” y “¿Qué es un arcade?”) conforman la base principal sobre la que nos apoyaremos para analizar un videojuego, pero hay un par de elementos más que comentar: la objetividad y las puntuaciones.

Lo primero que buscan las publicaciones de videojuegos es hacer sus análisis con la mayor objetividad posible, con imparcialidad, por encima de las habituales “guerras de consolas”. Evidentemente, en Sirio-B las plataformas no nos importan, así que no es ese el concepto de objetividad que quiero comentar ahora. Me voy a referir a la objetividad de los propios análisis, es decir, el pretender comentar un juego intentando “conectar” con la mayor parte de gente que lea la review, guiándose por lo que se cree que piensa la mayoría y no por lo que le parece a uno mismo. Si el escritor, instado por la gente, reconoce que un videojuego es bueno pese a que no le gusta, se estará mintiendo a sí mismo y a toda la gente que lea su análisis, y lo que resultará al final es que no quedará reflejada ni la visión del comentarista ni la de la gente.

La mayor parte de las publicaciones tienen que admitir que todos los análisis están impregnados por cierta e inevitable subjetividad, y que es algo que hay que asumir pese a que lo ideal sería una review “sin alma”, completamente separada de los gustos de quien la escribe. Pues bien, en Sirio-B sabemos que la completa objetividad es una utopía, y como la “subjetividad a medias” también resulta un engaño, nos pasamos al lado contrario: haremos las reviews con la mayor subjetividad posible (en el sentido que he comentado antes), de modo que refleje los gustos del que analiza el juego y nada más, sin preocuparse de lo que le parecerá al resto del mundo. Nuestros inteligentes lectores, teniendo esto en cuenta, podrán extraer sus propias valoraciones del juego, comparándolo con sus propios gustos. Evidentemente, lo ideal sería que hubiera muchas opiniones del mismo juego, y en eso también trabajaremos.

También intentaremos transmitir las sensaciones que nos provocan los juegos (diversión, tensión, asombro, etc), y aunque eso es una tarea mucho más difícil y supeditada a la habilidad escritora del comentarista, lo consideramos algo tan importante que incluso prepararemos reviews centradas únicamente en esos aspectos. Ya las describiremos más detenidamente cuando llegue el momento.

Unido al asunto de la objetividad, se nos presentan las puntuaciones. Las puntuaciones, que no faltan en ninguna publicación del sector, tratan de resumir a los lectores lo que opinan del juego “objetivamente” y en comparación con otros juegos de esa misma plataforma. Pues bien, las puntuaciones son el resumen de todo lo malo que tienen las reviews de las publicaciones del mundillo: sobrevaloran el apartado técnico, implícitamente otorgan importancia a las plataformas, son el inútil reflejo de la “objetividad” de la publicación, e implican comparaciones con otros títulos. A la larga, lo único que se consigue con las puntuaciones es engañar y crear dañinos prejuicios. Digo esto porque, en muchas ocasiones (no siempre), las revistas consiguen desmoralizar a los jugadores de consola, instándoles a adquirir títulos que no les gustan debido a su alta puntuación, y a otros juegos que probablemente sí les gustarían los hunden con notas bajas (esto es algo que sucede comúnmente con los arcades).

En Sirio-B, tal y como lo hemos planteado, las puntuaciones son algo absurdo, tanto por su pretendida objetividad como porque obligan a hacer comparaciones. ¿Quién valora objetivamente que el desarrollo del Sega Rally es 5 o 10 puntos inferior al del Radiant Silvergun? Es algo ridículo, que ni siquiera entre dos juegos de un mismo género se podría hacer: nadie puede “valorar objetivamente” que el concepto o el desarrollo del Ikaruga es mejor que el del Dodonpachi. Y a estas alturas, ni siquiera el apartado técnico es valorable de esa manera, porque se está llegando a unos niveles en los que es más importante el trabajo artístico que el técnico.

Las puntuaciones conformas el gran problema del resto de las publicaciones del mundillo del videojuego, y es algo de lo que no nos libraremos. Vivamos con ellas pues, pero dándoles la importancia que se merecen.